jueves, 24 de junio de 2010

Cuento III. Mariana de la banca

Hola Mariana, qué tal. No te asustes, mi nombre es Vasco, te he estado viendo desde la banca de allá hace una hora y media aproximadamente, siempre lo hago, en realidad no es que te vea, es que te contemplo todos los días. No te asustes. Hace dos meses coincidimos en la biblioteca, tú pediste un libro sobre teorías de Freud y yo pedí "La Despedida" de Milan Kundera, tú apuntaste descaradamente la mirada hacia la obra que llevaba en la mano derecha, ¿te gusta Kundera? Bueno eso no es lo importante, pero desde aquella vez tu presencia dejó de ser anónima en mi vida y pasó a ser la causa fundamental por la que yo vengo diariamente a la universidad tres horas antes de que comience mi primera clase. Ya sé que debes estar incómoda, conozco tu nombre y dedico tres horas diarias de mi vida a verte sin que tu hayas tenido la menor percepción de lo que ha estado ocurriendo, pero tranquila, no soy un enfermo, no soy un pajero (bueno ya no soy un pajero), no te estoy espiando; sin embargo, es inefable mi sentir, intentaré explicarte lo que yo apenas entiendo. Me gustas, pero de un modo diferente a esa atracción o cuasi cariño que he llegado a experimentar hacia otras mujeres, me gustas diferente a todas, que son pocas y ninguna me viene a la memoria, no te importa, lo sé. Escúchame un momento más, por favor te pido que no te vayas, no podrías imaginar lo difícil que ha sido darme valor para acercarme a ti, estoy seguro que el chavo sintió menos miedo cuando le encargaron dejar el periódico en los interiores de la casa de la bruja del 71, perdón, de doña Cleotilde.

Eres muy guapa, maravillosamente bella, no sé como me he atrevido a hacer esto, va contra los principios de igualdad que lamentablemente prevalecen en el mundo, pero ya estoy acá, y no puedo volver para atrás. A mi favor te puedo decir que tienes en frente a la mejor versión de Vasco que podrías ver. He pasado dos horas frente al espejo probándome ropa y manchando mi esencia con gel para cabello. Estoy seguro que no te voy a impresionar, pero necesitaba alicientes para venir y hablar con la seguridad que te estoy hablando, porque no estoy titubeando ¿cierto? No lo creo, aunque sí te confieso que he fumado una cajetilla de puchos hasta hace minutos. No quiero aburrirte, prefiero que estés asustada que aburrida. Continúo. Después de la biblioteca te seguí y vi que te sentabas en esta banca a leer el libro que sacaste del anaquel, sin yo entender hasta ahora por qué vienes a este lugar tan bullicioso para enfrascarte en la lectura, eso seguro te hace más interesante para mí, aunque seguro que si lo hace una fea cualquiera, yo diría que está con el cerebro atrofiado y sería un motivo de desprecio y marginación por querer dársela de cultileída frente a toda la universidad. Bueno, averigué tu nombre por medio de la bibliotecaria que se ha vuelto mi confidente, ella sabe cuanto te quiero y le gusta que esté tan enamorado de ti, además me tiene al pendiente de todos los libros que tu sacas del anaquel, y luego yo busco resúmenes en internet, pues quiero saber qué es lo que te gusta. Ah cierto, leo los resúmenes, pero eso no quiere decir que a mi no me guste la literatura, sinó que tu lees mucho acerca de psicología, y yo no creo mucho en las teorías de esa disciplina, pero tu eres periodista, o, aspirante a periodista y sí que escribes hermoso. Si los libros de psicología te han ayudado a escribir de esa manera, pues a partir de ahora los tomaré más en cuenta.

Te leí en tu facebook, ahí como un niño que disfruta una golosina que no quiere que se le acabe, yo revisaba minuciosamente foto por foto; y nota por nota los escritos de tu autoría, con esa llamativa firma que has diseñado en Corel, y dice Mariana Valerón Z, y yo que me enamoro más de ti, porque tu nombre tiene una rítmica envolvente, porque es como una balada de Luis Miguel para mis oídos y un poema de Machado para mis ojos. Me encantas, ¿lo ves? No te asustes por favor. Estoy siendo sincero, y en unos años recordarás que un loquito se te acercó sin conocerte y te declaró sus incontenibles sentimientos, seguro te vas a reír, y yo feliz si de esto, al menos te saco una sonrisa a largo plazo.
En tu facebook vi fotos en las que apareces en Holanda, USA e Italia. Nunca he ido a ninguno de esos países, bueno sólo conozco Venezuela, pero no me tomé ninguna foto porque no fui de paseo. Pero me encantaron, sobre todo tus fotos en la nieve, esquiando, ¿es difícil? No sé, pero que linda se te veía con esos atuendos, sí pues, me fascinan las mujeres extremadamente abrigadas, es una debilidad, me siento impulsado a abrazarlas. No mires la hora, me hace sentir mal, ¿te quieres ir? No lo hagas aún, déjame terminar, no voy a volver a tener estas agallas, necesito hablar lo suficiente como para no quedarme con el sin sabor de que me faltó decirte algo, además es probable que deje de venir todos los días a verte luego de esto, los tomates no encuentran ni en su mejor temporada un color más rojo que el que mi cara exhibirá la próxima vez, que ahora sí por casualidad, te vea.

Bueno, hace diez minutos ignorabas mi existencia, ahora no sólo sabes que existo, también sabes que estoy enamorado de ti y de yapa estás frente al fan número uno de tus escritos. Te deberías sentir halagada, si yo fuera tú, sentiría que soy una deidad. ¡Caray! deja de ver la hora. Ah ya, entiendo, no creas que no lo sé. Hace una semana y media escapé de mi clase de Marketing II, porque sabía que tu salías de la universidad a las ocho y cuarenta. Te seguí furtivamente, vi que cruzaste la avenida y yo me quedé detrás de un árbol, ah por cierto en ese árbol está escrito tu nombre y el mío, así que espero que cuando oigas a Nectar recuerdes este día incidental para ti y trascendental para mí. Ya, me quedé en el arbolito donde está escrito tu nombre y el mío, desde ahí observaba tu impaciencia. Llegó el auto que no me podré comprar jamás, ni con plata eh, yo no tengo cara de tener un auto de esos ni la tendré, sin embargo, que bien le quedaba ese auto al rostro de tu novio, tan fino y elegante, un dandi carajo. Que guapos los dos besándose, ¿estás viendo el mundial? Pues, yo siendo una Grecia no podría buscar la clasificación contra Argentina, tengo los pies en el suelo, aunque, hoy siento que tengo los huevos de los uruguayos. Perdón por la grosería, me emocioné. Volviendo al tema, no te puedo negar que mi corazón sufrió grandes alteraciones luego de lo visto. "Ojos que no ven, corazón que no siente", lleva siglos ese refrán en el mundo, pero seguimos habiendo estúpidos que decidimos maltratarnos las entrañas.

Mariana, ahora sí tienes que entrar a clases, yo también. Oye, yo también escribo, no tan bello como tú, pero quiero que me leas, si a ti te gusta leer. He escrito unos poemas, todos ellos tienen como musa a Mariana Valerón, así que te pertenecen. Te los voy a dejar con la bibliotecaria que es mi confidente, por favor los recoges, nada te cuesta. Sé que te gustaba Saramago, y estos poemas están llenos de agnosticismo, la única deidad en ellos eres tú, porque te has convertido en un ser omnipresente para mí y mi daltónica vista que sólo logra divisar Marianas. Bueno, me voy, lo bueno es que ya no te noto asustada, ni aburrida, ni incómoda. Me siento bien, he descargado veintitrés años de miedos, nunca fui capaz de declarármele a nadie, aún sabiendo que la respuesta sería afirmativa, y yo hoy no puedo estar más orgulloso de lo que he logrado, me has hecho inmensamente feliz con tan solo escucharme. La vida está hecha para los guerreros y por eso Uruguay va a campeonar en el mundial, y yo hoy me siento el campeón mundial, el legítimo monarca del mundo, porque te he dicho que te quiero con la desfachatez de un hombre poderoso que utiliza su verticalidad para hacer lo que quiera. Me retracto sólo en una cosa, que esta no será la última vez que hablemos, claro si tu quieres. Te invito el sábado a tomar un café en Starbucks. No, mejor no, mejor te invito al hipódromo, en Starbucks soy un advenedizo, en el hipódromo soy un guía extraordinario, aprenderás a apostar y a escupir. No se te hará costumbre, ni hablar, pero estoy seguro que tu fino enamorado nunca te podrá enseñar a hacer eso. Entonces nos vemos el sábado Marianita, en el hipódromo, puedo hacer una parodia para colarnos en tribuna de socios, te vas a divertir. Adiós, se te hace tarde. Cuídate. Puta madre, parezco huevón ensayando esto en el espejo, mañana sí me le voy a acercar a Mariana, ¡Uy! las tres, tengo que ir a verla en su banquita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buen cuento Vasco, te felicito. Posees un gran talento que se refleja en la simplicidad de tu narrativa, sin que esto le reste mérito alguno a la riqueza literaria de tus escritos, ya que más bien le otorgan tu sello característico a los mismos. Sigue mejorando y publicando! Un abrazo.