“Hoy tengo perritas calientes”, dijo cubanito una noche de viernes. Estábamos Robert, el colorao, cubanito y yo, dando vueltas a una misma manzana en la camioneta “Toyota 4x4” del colorao. La conversación se hacía forzada porque en realidad el querer de todos era que transcurra rápidamente los minutos para recoger a la amiga que cubanito prometió donar para fines hormonales.
Las 8:15. Ya es hora de pasar por ella. Nadie sabe el nombre, ni cubanito, solo sabe que le dicen “camaneja”, por ser oriunda de Camaná . Como dato adicional de esta muchacha, sabíamos que tiene una foto donde sale desnuda de la cintura para arriba circulando en el internet.
El colorao conducía la camioneta siendo dirigido por cubanito, para dar con el domicilio de la torta de la noche, que ya causaba expectativa. El barrio donde vive está lleno de delincuentes, aunque no nos atacaron pero los llamo delincuentes porque estaban descamisados, ebrios y oyendo a Chacalón, además los rostros delataban las sirlas de su vivir.
Salió la camaneja de su casa respondiendo al acuerdo de pararse en el umbral inmediatamente sea timbrada al celular. Nos vio y dirigió su andar hacia la camioneta. No llegaba al 1.55 m. de estatura, su figura perdía forma a la altura del abdomen, su rostro era circular como un platillo, y dentro de él sobresalía una nariz ancha y con huellas de acné. Subió a la camioneta e hizo un saludo general, sin ninguna presentación. Por el retrovisor la veía y divisé que tenía las piernas chuecas pero carnosas, que se dejaban ver por el short de poca tela que lucía.
En mi casa había un whisky que mi mamá ganó en un sorteo del casino al cual acude religiosamente de lunes a domingo. Lo estaba guardando para una ocasión especial, pero las ocasiones especiales a veces tardan mucho en llegar, así que sacarlo sería lo mejor, aunque yo no pueda beber por padecer de gastritis.
El colorao puso en marcha la camioneta hacia un parque. Llegamos y nos sentamos en una banca frente a una losa deportiva. Pensé que la salida iba a ser furtiva pero mas expuesto nunca estuve, he saludado a más de quince personas en el tiempo que estuvimos ahí. El colorao advirtió que no era una buena idea mostrarse en un lugar tan transitado por nuestros conocidos y se fue con algún pretexto tonto (no hubiera podido idear un pretexto que no sea tonto).
Comenzaron a tomar mano a mano Robert y la camaneja. Cubanito y yo no quisimos, pero la conversación se hizo fluida con los minutos y sin necesidad de alcohol. Hablamos de política, que es un tema que se toca más mientras más desinformado se esté. La camaneja expresaba sus ideas evidentemente plagiadas y paporreteadas. Pobre de ella si se le hacía una pregunta que no esté en el libreto que había aprendido, tal vez de un profesor de su universidad, o tal vez de cinco minutos fortuitos de ver el programa de Rosa María Palacios.
Cuando el whisky estaba en menos de la mitad de la botella, propuse que vayamos a mi casa. Aceptaron y tomamos un taxi. La camaneja había comprado dos Red Bull, y ya se notaba las ganas que tenía de embriagarse y que posteriormente alguno o todos juntos le demos el néctar humano que sirve para procrear.
En mi casa me animé a tomar un par de vasos de whisky por si me daba el efecto de embellecedor y ver con ojos de deseo a la pobre muchacha que ya andaba caminando en zigzag. Ella entró al baño y se demoró diez minutos, me preocupé porque el agua se va en las madrugadas. “¿Estará cagando?”, le pregunté a cubanito. Me respondió que no lo veía posible. Les dije que se vayan cuando ella salga, porque yo nunca tengo sexo y ellos sí. Piadosamente aceptaron y cuando salió la camaneja, Robert dijo: “ya tengo sueño”, y cubanito lo apoyó pidiendo irse los dos juntos. Yo le dije a la camaneja para quedarnos a terminar lo que quedaba de whisky. Ella afirmó con la cabeza.
Despedimos a mis amigos y volvimos a entrar a mi habitación, yo estaba en llamas por dentro, el trago dio resultado, deseaba a esa horrenda mujer. Al entrar en mi habitación, ella se sienta en mi cama y me pregunta si se ve feo un pequeño moretón que tiene en el muslo derecho, levantándose el short provocativamente. Yo le digo que no se le ve mal y me siento a su lado. Me acerco a su boca. Ella cierra los ojos y me voltea la cara cuando estaba a una pulgada de sus labios. Me dice que no quiere enamorarse. “¿Quién mierda habla de amor?”, pensé pero no lo dije.
Se tapó la cara con las manos y me dijo que sufre por un canalla que la abandonó. No aguanté más la ridiculez de la escena y le dije: “vamos, te embarco en un taxi”. Aceptó mi propuesta y caminamos hacia la calle. Cuando estábamos en la puerta voltea con energía, se me acerca y me pregunta: “¿soy bonita?”. “Sí, eres simpática”, le mentí. Se abalanzó sobre mí estampándome un pedestre beso. Ya no andaba muy caliente pero la llevé a mi cuarto. Ingresamos besándonos y yo tratando de instalar mi mano en su trasero, pero ella no se dejaba, me la sacaba de ahí aunque no con mucha renuencia. Al fin cedió y dejó que manosee su encebado cuerpo pero no llegamos a copular por falta de preservativo y por falta de ganas también.
Luego la acompañé hasta su casa. En el camino me decía que le gustan las cosas serias, que es la primera vez que tiene una aventura de estas. Le seguí la corriente con hipocresía y llegamos a su hogar.
En el regreso estaba pensando en llegar a mi cuarto, masturbarme y luego dormir la mayor cantidad de horas posibles. La masturbación es el mejor somnífero y de eso qué duda hay.
Al entrar a mi habitación me vence la pereza y no quiero prender la computadora y poner a cargar un video porno que inspire la paja, así que decidí acudir al ingenio y a mi buena memoria que retrata traseros y senos. Entré al baño y ¡oh sorpresa!, un trozo de mierda flotando en el inodoro.
PUTA CAGONA, maldije. Cómo podía expulsar semejante monstruo por sus esfínteres. Me malogró el plan “corrida”, y resignado me fui a dormir odiando mi suerte, y sin sacar de mi mente el recuerdo que dejó la camaneja en mi baño.
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2 comentarios:
Vasco, que bueno que hayas vuelto! entretenido tu cuento! sigue escribiendo!
ptm camaneja pendeja
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