Hoy terminaron mis vacaciones. Estoy solo en mi casa y es sábado. Son la una de la madrugada y permaneceré solo hasta que llegue el alba con la presencia de mi mamá.
He fumado marihuana dos horas antes de este escrito. Mi cuerpo no ha sido hospitalario con ella y por el contrario no la recibió bien. Sin caer en exageraciones, hace un poco más de una hora he sentido tan cerca la muerte que aún estoy temblando desasosegado. Luego de pasar por el agradable proceso de risa, violentamente mi vista se blanqueó al igual que mi mente, mi cuello se puso rígido perdiendo yo el control sobre él, pasaban por mi cabeza imágenes de convulsiones y moría de miedo que eso me suceda, mis orejas hervían sobre todo en la zona del pallar causando un malestar ante el cual perdía mi espíritu de inmortalidad que me da la base dos.
No tengo una idea clara para explicar porque fumé un maldito bate que probablemente haya sido surtido con PBC. Tengo una ineluctable relación con mis ludópatas costumbres, y no podría agregar alucinógenos a mi gama de vicios.
Me estoy viendo al espejo. Mis ojos están rojos, “reventado”, como dicen en el argot del humo y el talco. En el espejo veo a un miserable que es peor de lo que yo creo ser. Lo veo llorar con la cara desencajada y con la respiración acelerada. Quiero destrozar el espejo que no produce espejismos, sino una realidad inexorable. Hoy me siento un fantoche que quiso ser zascandil, para proyectar una imagen bohemia, pero que estúpidamente pone en peligro su vida.
Ahora que el tiempo disuelve los efectos, me pongo a pensar si soy digno de seguir aquí, en mi casa, bajo un techo, sabiendo que encontraré desayuno en la mañana. Sé que mis actos han envilecido mi ser, y por desgracia soy conciente autodestructivo. Justifico mi desidia con la relación agria que llevo con mi padre, justifico con que mi ex mujer se fue con mi ex amigo, justifico todo pensando que mi estómago no me va a dejar vivir mucho tiempo, que la vida se me acaba antes de hacer todo lo que quiero y lo que quiero querer. Casi me voy antes de tiempo y le pido disculpa a la gente que amo y hago la promesa inquebrantable de no volver a fumar un tronchito que hace felices a tantos, pero que al igual que el sexo ha decidido no relacionarse conmigo.
domingo, 28 de febrero de 2010
martes, 9 de febrero de 2010
Cuento I: La camaneja
“Hoy tengo perritas calientes”, dijo cubanito una noche de viernes. Estábamos Robert, el colorao, cubanito y yo, dando vueltas a una misma manzana en la camioneta “Toyota 4x4” del colorao. La conversación se hacía forzada porque en realidad el querer de todos era que transcurra rápidamente los minutos para recoger a la amiga que cubanito prometió donar para fines hormonales.
Las 8:15. Ya es hora de pasar por ella. Nadie sabe el nombre, ni cubanito, solo sabe que le dicen “camaneja”, por ser oriunda de Camaná . Como dato adicional de esta muchacha, sabíamos que tiene una foto donde sale desnuda de la cintura para arriba circulando en el internet.
El colorao conducía la camioneta siendo dirigido por cubanito, para dar con el domicilio de la torta de la noche, que ya causaba expectativa. El barrio donde vive está lleno de delincuentes, aunque no nos atacaron pero los llamo delincuentes porque estaban descamisados, ebrios y oyendo a Chacalón, además los rostros delataban las sirlas de su vivir.
Salió la camaneja de su casa respondiendo al acuerdo de pararse en el umbral inmediatamente sea timbrada al celular. Nos vio y dirigió su andar hacia la camioneta. No llegaba al 1.55 m. de estatura, su figura perdía forma a la altura del abdomen, su rostro era circular como un platillo, y dentro de él sobresalía una nariz ancha y con huellas de acné. Subió a la camioneta e hizo un saludo general, sin ninguna presentación. Por el retrovisor la veía y divisé que tenía las piernas chuecas pero carnosas, que se dejaban ver por el short de poca tela que lucía.
En mi casa había un whisky que mi mamá ganó en un sorteo del casino al cual acude religiosamente de lunes a domingo. Lo estaba guardando para una ocasión especial, pero las ocasiones especiales a veces tardan mucho en llegar, así que sacarlo sería lo mejor, aunque yo no pueda beber por padecer de gastritis.
El colorao puso en marcha la camioneta hacia un parque. Llegamos y nos sentamos en una banca frente a una losa deportiva. Pensé que la salida iba a ser furtiva pero mas expuesto nunca estuve, he saludado a más de quince personas en el tiempo que estuvimos ahí. El colorao advirtió que no era una buena idea mostrarse en un lugar tan transitado por nuestros conocidos y se fue con algún pretexto tonto (no hubiera podido idear un pretexto que no sea tonto).
Comenzaron a tomar mano a mano Robert y la camaneja. Cubanito y yo no quisimos, pero la conversación se hizo fluida con los minutos y sin necesidad de alcohol. Hablamos de política, que es un tema que se toca más mientras más desinformado se esté. La camaneja expresaba sus ideas evidentemente plagiadas y paporreteadas. Pobre de ella si se le hacía una pregunta que no esté en el libreto que había aprendido, tal vez de un profesor de su universidad, o tal vez de cinco minutos fortuitos de ver el programa de Rosa María Palacios.
Cuando el whisky estaba en menos de la mitad de la botella, propuse que vayamos a mi casa. Aceptaron y tomamos un taxi. La camaneja había comprado dos Red Bull, y ya se notaba las ganas que tenía de embriagarse y que posteriormente alguno o todos juntos le demos el néctar humano que sirve para procrear.
En mi casa me animé a tomar un par de vasos de whisky por si me daba el efecto de embellecedor y ver con ojos de deseo a la pobre muchacha que ya andaba caminando en zigzag. Ella entró al baño y se demoró diez minutos, me preocupé porque el agua se va en las madrugadas. “¿Estará cagando?”, le pregunté a cubanito. Me respondió que no lo veía posible. Les dije que se vayan cuando ella salga, porque yo nunca tengo sexo y ellos sí. Piadosamente aceptaron y cuando salió la camaneja, Robert dijo: “ya tengo sueño”, y cubanito lo apoyó pidiendo irse los dos juntos. Yo le dije a la camaneja para quedarnos a terminar lo que quedaba de whisky. Ella afirmó con la cabeza.
Despedimos a mis amigos y volvimos a entrar a mi habitación, yo estaba en llamas por dentro, el trago dio resultado, deseaba a esa horrenda mujer. Al entrar en mi habitación, ella se sienta en mi cama y me pregunta si se ve feo un pequeño moretón que tiene en el muslo derecho, levantándose el short provocativamente. Yo le digo que no se le ve mal y me siento a su lado. Me acerco a su boca. Ella cierra los ojos y me voltea la cara cuando estaba a una pulgada de sus labios. Me dice que no quiere enamorarse. “¿Quién mierda habla de amor?”, pensé pero no lo dije.
Se tapó la cara con las manos y me dijo que sufre por un canalla que la abandonó. No aguanté más la ridiculez de la escena y le dije: “vamos, te embarco en un taxi”. Aceptó mi propuesta y caminamos hacia la calle. Cuando estábamos en la puerta voltea con energía, se me acerca y me pregunta: “¿soy bonita?”. “Sí, eres simpática”, le mentí. Se abalanzó sobre mí estampándome un pedestre beso. Ya no andaba muy caliente pero la llevé a mi cuarto. Ingresamos besándonos y yo tratando de instalar mi mano en su trasero, pero ella no se dejaba, me la sacaba de ahí aunque no con mucha renuencia. Al fin cedió y dejó que manosee su encebado cuerpo pero no llegamos a copular por falta de preservativo y por falta de ganas también.
Luego la acompañé hasta su casa. En el camino me decía que le gustan las cosas serias, que es la primera vez que tiene una aventura de estas. Le seguí la corriente con hipocresía y llegamos a su hogar.
En el regreso estaba pensando en llegar a mi cuarto, masturbarme y luego dormir la mayor cantidad de horas posibles. La masturbación es el mejor somnífero y de eso qué duda hay.
Al entrar a mi habitación me vence la pereza y no quiero prender la computadora y poner a cargar un video porno que inspire la paja, así que decidí acudir al ingenio y a mi buena memoria que retrata traseros y senos. Entré al baño y ¡oh sorpresa!, un trozo de mierda flotando en el inodoro.
PUTA CAGONA, maldije. Cómo podía expulsar semejante monstruo por sus esfínteres. Me malogró el plan “corrida”, y resignado me fui a dormir odiando mi suerte, y sin sacar de mi mente el recuerdo que dejó la camaneja en mi baño.
Las 8:15. Ya es hora de pasar por ella. Nadie sabe el nombre, ni cubanito, solo sabe que le dicen “camaneja”, por ser oriunda de Camaná . Como dato adicional de esta muchacha, sabíamos que tiene una foto donde sale desnuda de la cintura para arriba circulando en el internet.
El colorao conducía la camioneta siendo dirigido por cubanito, para dar con el domicilio de la torta de la noche, que ya causaba expectativa. El barrio donde vive está lleno de delincuentes, aunque no nos atacaron pero los llamo delincuentes porque estaban descamisados, ebrios y oyendo a Chacalón, además los rostros delataban las sirlas de su vivir.
Salió la camaneja de su casa respondiendo al acuerdo de pararse en el umbral inmediatamente sea timbrada al celular. Nos vio y dirigió su andar hacia la camioneta. No llegaba al 1.55 m. de estatura, su figura perdía forma a la altura del abdomen, su rostro era circular como un platillo, y dentro de él sobresalía una nariz ancha y con huellas de acné. Subió a la camioneta e hizo un saludo general, sin ninguna presentación. Por el retrovisor la veía y divisé que tenía las piernas chuecas pero carnosas, que se dejaban ver por el short de poca tela que lucía.
En mi casa había un whisky que mi mamá ganó en un sorteo del casino al cual acude religiosamente de lunes a domingo. Lo estaba guardando para una ocasión especial, pero las ocasiones especiales a veces tardan mucho en llegar, así que sacarlo sería lo mejor, aunque yo no pueda beber por padecer de gastritis.
El colorao puso en marcha la camioneta hacia un parque. Llegamos y nos sentamos en una banca frente a una losa deportiva. Pensé que la salida iba a ser furtiva pero mas expuesto nunca estuve, he saludado a más de quince personas en el tiempo que estuvimos ahí. El colorao advirtió que no era una buena idea mostrarse en un lugar tan transitado por nuestros conocidos y se fue con algún pretexto tonto (no hubiera podido idear un pretexto que no sea tonto).
Comenzaron a tomar mano a mano Robert y la camaneja. Cubanito y yo no quisimos, pero la conversación se hizo fluida con los minutos y sin necesidad de alcohol. Hablamos de política, que es un tema que se toca más mientras más desinformado se esté. La camaneja expresaba sus ideas evidentemente plagiadas y paporreteadas. Pobre de ella si se le hacía una pregunta que no esté en el libreto que había aprendido, tal vez de un profesor de su universidad, o tal vez de cinco minutos fortuitos de ver el programa de Rosa María Palacios.
Cuando el whisky estaba en menos de la mitad de la botella, propuse que vayamos a mi casa. Aceptaron y tomamos un taxi. La camaneja había comprado dos Red Bull, y ya se notaba las ganas que tenía de embriagarse y que posteriormente alguno o todos juntos le demos el néctar humano que sirve para procrear.
En mi casa me animé a tomar un par de vasos de whisky por si me daba el efecto de embellecedor y ver con ojos de deseo a la pobre muchacha que ya andaba caminando en zigzag. Ella entró al baño y se demoró diez minutos, me preocupé porque el agua se va en las madrugadas. “¿Estará cagando?”, le pregunté a cubanito. Me respondió que no lo veía posible. Les dije que se vayan cuando ella salga, porque yo nunca tengo sexo y ellos sí. Piadosamente aceptaron y cuando salió la camaneja, Robert dijo: “ya tengo sueño”, y cubanito lo apoyó pidiendo irse los dos juntos. Yo le dije a la camaneja para quedarnos a terminar lo que quedaba de whisky. Ella afirmó con la cabeza.
Despedimos a mis amigos y volvimos a entrar a mi habitación, yo estaba en llamas por dentro, el trago dio resultado, deseaba a esa horrenda mujer. Al entrar en mi habitación, ella se sienta en mi cama y me pregunta si se ve feo un pequeño moretón que tiene en el muslo derecho, levantándose el short provocativamente. Yo le digo que no se le ve mal y me siento a su lado. Me acerco a su boca. Ella cierra los ojos y me voltea la cara cuando estaba a una pulgada de sus labios. Me dice que no quiere enamorarse. “¿Quién mierda habla de amor?”, pensé pero no lo dije.
Se tapó la cara con las manos y me dijo que sufre por un canalla que la abandonó. No aguanté más la ridiculez de la escena y le dije: “vamos, te embarco en un taxi”. Aceptó mi propuesta y caminamos hacia la calle. Cuando estábamos en la puerta voltea con energía, se me acerca y me pregunta: “¿soy bonita?”. “Sí, eres simpática”, le mentí. Se abalanzó sobre mí estampándome un pedestre beso. Ya no andaba muy caliente pero la llevé a mi cuarto. Ingresamos besándonos y yo tratando de instalar mi mano en su trasero, pero ella no se dejaba, me la sacaba de ahí aunque no con mucha renuencia. Al fin cedió y dejó que manosee su encebado cuerpo pero no llegamos a copular por falta de preservativo y por falta de ganas también.
Luego la acompañé hasta su casa. En el camino me decía que le gustan las cosas serias, que es la primera vez que tiene una aventura de estas. Le seguí la corriente con hipocresía y llegamos a su hogar.
En el regreso estaba pensando en llegar a mi cuarto, masturbarme y luego dormir la mayor cantidad de horas posibles. La masturbación es el mejor somnífero y de eso qué duda hay.
Al entrar a mi habitación me vence la pereza y no quiero prender la computadora y poner a cargar un video porno que inspire la paja, así que decidí acudir al ingenio y a mi buena memoria que retrata traseros y senos. Entré al baño y ¡oh sorpresa!, un trozo de mierda flotando en el inodoro.
PUTA CAGONA, maldije. Cómo podía expulsar semejante monstruo por sus esfínteres. Me malogró el plan “corrida”, y resignado me fui a dormir odiando mi suerte, y sin sacar de mi mente el recuerdo que dejó la camaneja en mi baño.
lunes, 8 de febrero de 2010
Otra vez aquí
He decidido burlarme de mí, me he rendido ante las mofas que la vida me destinó. Hoy por ejemplo he descubierto que soy feo, y ayer descubrí que soy bruto, y hace dos días descubrí que tartamudeo al hablar, dejé de creer lo que creen todos(que son bonitos e inteligentes); entonces no vale más la pena que me cuide de las burlas, no vale más la pena que me ofenda el comentario ajeno, he asumido el rol de ser mi principal opositor, o en mejores términos: prefiero ser mi propio bufón.
Para iniciar esta nueva faceta carente de autoestima y exageradamente ignominiosa, he proyectado crear mi primera serie de cuentos, obviamente no hará falta crear nada, bastará con recrear pasajes desafortunados que quizá ayuden al lector a sentirse mejor consigo mismo. Podría ayudar tanto como lo hace Coelho, solo que en diferentes formas, aunque coincidiendo en la mediocridad literaria, con la diferencia que su mediocridad es popular y disfrazada. La mía es casi anónima y desacreditada.
Hace tanto tiempo que no escribo una línea que ya no sé si me quede algo de escribidor. Hoy vuelvo a tomar un bolígrafo entre mis manos y enfrento a un cuaderno que está en blanco, como invitándome a desahogar mis pensamientos envenenados por las circunstancias y vomitar mi bilis a través de la tinta. Llenaré ese cuaderno de cuentos mal contados y de personajes reales que me provoca enmascarar con nombres ficticios para jugar por segunda vez a que soy Kundera.
Para iniciar esta nueva faceta carente de autoestima y exageradamente ignominiosa, he proyectado crear mi primera serie de cuentos, obviamente no hará falta crear nada, bastará con recrear pasajes desafortunados que quizá ayuden al lector a sentirse mejor consigo mismo. Podría ayudar tanto como lo hace Coelho, solo que en diferentes formas, aunque coincidiendo en la mediocridad literaria, con la diferencia que su mediocridad es popular y disfrazada. La mía es casi anónima y desacreditada.
Hace tanto tiempo que no escribo una línea que ya no sé si me quede algo de escribidor. Hoy vuelvo a tomar un bolígrafo entre mis manos y enfrento a un cuaderno que está en blanco, como invitándome a desahogar mis pensamientos envenenados por las circunstancias y vomitar mi bilis a través de la tinta. Llenaré ese cuaderno de cuentos mal contados y de personajes reales que me provoca enmascarar con nombres ficticios para jugar por segunda vez a que soy Kundera.
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